Oportunidad estratégica para la República Dominicana en la industria de astilleros
- Judy Espinal

- Sep 2
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Updated: Sep 3
Como abogada especializada en Derecho Marítimo, he observado con preocupación que la República Dominicana no está aprovechando su privilegiada ubicación geográfica para impulsar una industria de astilleros.
Estoy convencida de que la reparación de naves podría convertirse en una fuente significativa de ingresos para nuestro país, generando al mismo tiempo miles de empleos directos e indirectos.
Esta reflexión adquiere aún mayor relevancia al analizar la experiencia de otras naciones que, partiendo de condiciones más limitadas que las nuestras, lograron desarrollar sectores navales competitivos y de alto impacto económico.
Referentes internacionales
En la década de 1960, Singapur carecía de una industria naval significativa. Sin embargo, a través de una política estatal activa y la creación de entidades estratégicas como Keppel Shipyard, se transformó en un referente mundial en reparación, conversión y servicios marítimos.
Dubái siguió una ruta similar con la puesta en marcha de Drydocks World, un complejo diseñado para atender buques de gran calado y plataformas offshore. La combinación de inversión en infraestructura y un marco regulatorio favorable consolidó al emirato como centro regional de servicios marítimos.
Vietnam, mediante empresas estatales y asociaciones con operadores extranjeros, logró en pocos años ampliar su capacidad de reparación y construcción naval, acompañando ese crecimiento con programas intensivos de formación técnica.
Por su parte, Corea del Sur constituye quizá el ejemplo más emblemático: en apenas unas décadas pasó de ser un país sin tradición naval a convertirse en líder mundial, gracias a una estrategia industrial sostenida, financiamiento a largo plazo y el fortalecimiento de conglomerados como Hyundai y Samsung.
En contraste, la experiencia de Tema Shipyard en Ghana evidencia los riesgos de una planificación deficiente: la ausencia de una estructura de financiamiento estable y de una gobernanza efectiva provocó el deterioro de sus instalaciones y la pérdida de competitividad regional.
Elementos clave de éxito
De estos casos se desprenden patrones claros que debemos considerar si aspiramos a desarrollar nuestra propia industria:
Impulso inicial del Estado mediante financiamiento e incentivos adecuados.
Alianzas público-privadas que aseguren transferencia tecnológica.
Desarrollo gradual, priorizando la reparación y conversión antes de la construcción de buques de gran escala.
Formación técnica y capacitación constante de la fuerza laboral.
Un entorno normativo previsible y eficiente, que reduzca costos operativos y facilite la importación de repuestos.
Cumplimiento de estándares ambientales y de seguridad acordes con las exigencias internacionales.
Una hoja de ruta para la República Dominicana
Nuestro país cuenta con una ventaja comparativa difícil de replicar: su posición en el corazón del Caribe, en una de las rutas marítimas más transitadas del hemisferio. Sin embargo, esta ventaja geográfica debe convertirse en estrategia.
Un plan de desarrollo realista podría iniciarse con la habilitación de un astillero orientado a la reparación y mantenimiento, segmento de menor inversión inicial y alta rentabilidad.
Posteriormente, fases sucesivas permitirían ampliar la capacidad instalada y atraer proyectos de mayor envergadura.
La creación de zonas logísticas francas para repuestos, un centro nacional de formación técnica especializada y la promoción de alianzas estratégicas con operadores internacionales serían pilares esenciales para consolidar este proceso.
Igualmente, resulta imprescindible establecer un marco regulatorio moderno, con incentivos aduaneros y fiscales que favorezcan la operación, además de un plan de promoción dirigido a armadores de la región del Caribe, Centroamérica y la costa Este de Estados Unidos.
Conclusión
La industria de astilleros no es una aspiración abstracta, sino una posibilidad real de diversificación económica y de generación de empleo de alto valor. La experiencia de Singapur, Dubái, Vietnam y Corea del Sur demuestra que, con visión y planificación, es posible convertir limitaciones iniciales en fortalezas estratégicas.
La República Dominicana posee tanto la ubicación como el capital humano para avanzar en esa dirección. Lo que necesitamos ahora es una decisión firme de Estado que transforme nuestra ventaja geográfica en desarrollo sostenible.




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